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The piece of the month of January 2013

mission statement GENERAL OF PAMPLONA
(MARCH 14 to 28, 1954)
 

José Luis Turrillas Roldán
 

S.S. el Papa Pio XII comunicó a la cristiandad la celebración de un Año Santo Mariano durante el año 1954, con motivo de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción.

El excelentísimo señor obispo de Pamplona (la diócesis aún no había alcanzado el rango de arzobispado) doctor don Enrique Delgado Gómez, obedeciendo el mandato papal, acordó con los párrocos de la ciudad celebrar una Misión General entre los días 14 y 28 de marzo, y encargó la organización y pre¬dicación a la Orden Capuchina, manifestándole el deseo de que fuera predicada sin salirse del modo y estilo tradicional que emplean los capuchinos en tal clase de predicación: “Quiero una misión auténticamente capuchina, como lo hacen ustedes en sus misiones”.

Asimismo fueron constituidas las Juntas diocesanas, bajo la dirección del entonces Vicario General don Antonio Ona de Echave (posteriormente obispo de Disti y, más tarde, de Lugo). La Junta de Propaganda fue constituida por los párrocos don Pedro Alfaro Munárriz (parroquia de san Nicolás), don José Manuel Pascual Hermoso de Mendoza (parroquia de san Francisco Javier) y don Paciente Sola (parroquia de san Miguel, que estrenó el templo nuevo el día 13 de marzo de 1954, víspera del comienzo de la Misión General).

La designación de los Padres Capuchinos como predicadores causó malestar en algunos sectores de la sociedad, bajo el argumento de que no estaban capacitados para misionar. Igualmente, algunos sectores del clero regular se molestaron, sintiéndose desplazados.
Tampoco fue bien aceptado el anuncio de la Misión, que fue acogida con frialdad y calificada de innecesaria, intempestiva y larga.

Y, para caldear más el ambiente previo, comenzaron a circular chistes sobre la Misión y los misioneros.

Entrando en el terreno de la especulación, cabría pensar en la orquestación de alguna campaña de descrédito, no tanto por la Misión sino por despecho o rencillas entre órdenes religiosas que pudieran considerarse más capacitadas, o también para intentar un cambio que inclinase la balanza hacia los intereses de lucimiento y propaganda de alguna de esas órdenes.

Ante ambiente tan desfavorable es lógico deducir que los Padres Capuchinos de Pamplona se creciesen y desplegaran una estrategia acorde con el acontecimiento. La parte ejecutiva recayó sobre el Padre Jesús de Guerendiáin, del convento de San Antonio de Pamplona. Y la Junta de predicadores, encargada de organizar, dirigir y ejecutar el programa, estuvo formada por los Padres Gumersindo de Estella, Gregorio de Abárzuza y Cornelio de Lezáun.

“Como el tiempo urgía, dichos religiosos se lanzaron de lleno al trabajo [...] ante un panorama cerrado y desconcertador de cuestiones y problemas: número de centros de misión y número de misioneros, actos de conjunto y actos particulares, propaganda, temario de predicación para cada uno de los actos, hospedaje, clases especializadas...”.

Indudablemente, la Misión General era un acontecimiento extraordinario en todos los aspectos, y no podía constituir un fracaso, sobre todo por el éxito de la Misión General anterior, celebrada en el año 1946. La actual abarcaba a una población mucho más numerosa; sólo Pamplona contaba ya con más de 80.000 habitantes (casi el doble que en 1946), a los que se unían los de alguna población vecina.

El “Boletín Oficial de la Provincia Capuchina de Navarra-Cantabria-Aragón” recoge así el interés de la Orden: “[...] no se habían enfrentado los capuchinos con la última modalidad de Misión popular, [...] que consiste en atacar misionalmente una gran ciudad [...] con un conveniente número de misioneros, con un plan orgánico y con el empleo de todos los adelantos de la técnica”. Y muy motivados, según las palabras de uno de los misioneros, que aún recuerdo: “Somos como despertadores y tenemos cuerda para 20 días”.

La organización designó dos Padres a cada centro de misión –unos 50 de otros conven¬tos capuchinos de Navarra, Valencia y de varios puntos de Castilla–, salvo en el caso de la parroquia de san Saturnino, en la que colaboraron Padres Carmelitas –destacaban por sus amplias capas de color crema casi blanco, frente a la austeridad del hábito capuchino–.

La colaboración de los Padres Carmelitas Descalzos estaba motivada porque pusieron su templo a disposición de la Misión, como centro auxiliar de las parroquias vecinas (san Saturnino y san Lorenzo); además, desplegaba una actividad de culto muy importante, sobre todo con la celebración del culto al Niño Jesús de Praga, a la que acudía un gran número de niños que casi se pegaban por poder revestirse con alguno de los variados y espectaculares atuendos de monaguillo que ponía la Orden a su disposición. Pero pudo haber también otra motivación, quizás la principal: los barrios adyacentes a este convento tenían mala reputación (prostíbulos en la calle Descalzos y muchos bares de baja calidad en esa misma calle y en las de los alrededores).

También ofrecieron el uso de sus templos, lógicamente, Capuchinos de San Antonio en el centro de la ciudad y el de extramuros, y Redentoristas, Milagrosa (Padres Paúles), Dominicas del barrio de San Juan (un poco más adelante del campo de fútbol que tuvo Osasuna en ese barrio), Oblatas, Agustinas, Josefinas, Hospital Provincial... –templos que estaban prácti¬camente en las afueras de la ciudad y aten¬dían a una población muy diseminada–, y Dominicos, a donde iba asignada la tropa, impresionante por su magnitud y por el ruido de las pisadas de tantas botas, entrando bien formada al templo, en el que quedaba después una mezcla de olores entre betún para el calzado, a caballería y un poco a compañerismo.
 

mission statement General of Pamplona in 1954 commissioned by Archbishop Delgado Gómez to the Capuchins.

mission statement General of Pamplona in 1954 commissioned by Archbishop Delgado Gómez to the Capuchins.
Faustino de Fuensalida (1912-1984) on the left and Fr. Isidro de Sahagún (1914-1985) on the right, the latter a famous popular missionary in Spain.
Both took care of the center and parish of San Saturnino.

 

I have tried to identify the children, helped by some acquaintances. Beginning on the left, with a ball in his hand, a boy deprived of speech, well known in Pamplona; we have not been able to identify the girl; the next one is Jaime Armendáriz, then a resident of Campana Street; neither have we been able to identify the one on his left, half hidden; none of these three was an altar boy; behind, between the two Capuchins, Antonio Satrústegui; the first one dressed, in the central part, Josetxo Rezusta, senior altar boy of the church of San Saturnino who, at the moment, is tenor of the Choir Santa María la Real of low voices; to his left, with a book in the hand, Frias; behind, José Luis Medina, also altar boy of the same parish, son of the one who was then sacristan of this temple, don Jaime Medina; and the altar boy of the right, Juan Antonio Jiménez.

The altar boys of the parishes of Pamplona and of the cathedral came from the Escolanía Santa María la Real, founded in 1950: "Today at noon the Parish Priests of the city and other members that constitute the board of trustees of the Escolanía Santa María la Real will meet in the Episcopal Palace to try to start as soon as possible this Pamplona institution that will receive for their school instruction the choir boys and altar boys that serve in our temples. The meeting will be presided over by the Vicar General of the Diocese Dr. Pablo Gúrpide [Beope (later Bishop of Sigüenza and Bilbao; brother of Don Julio, inspector of teaching of Navarra)], who will represent the Bishop, and will assist the Bishop Don Alejandro Maisterrena [canon] on behalf of the Cathedral Chapter" ("Diario de Navarra", 2-IX-1950). The first staff President of the Escolanía was formed by Don Javier Redín, director, presbyter and organist of San Agustín; Don Pio Iráizoz, presbyter, organist of the Cathedral; Don José Toro and Don Pedro Aguinaga, national teachers, and Doña Petra Artázcoz, cook and "mother" of all the choirboys.

The idea of this Escolanía had a certain similarity with that of the Vienna Boys Choir. A part of the choir came to perform in Paris with the Austrian choir and with that of the Children of the Wooden Cross of the French capital; and also performed in Ireland and in other places in Spain. This Escolania ceased its activity around 1965.
The organization arranged daily events in all the parishes and in other conventual temples, in morning and afternoon schedules -in the evenings, joint events for men and women-: rosaries of the dawn, talks and sermons, directed to a population conveniently divided in sectors: children, ladies, young ladies, elderly ladies, domestic service girls, apprentices, married men, single men, troops, governors, judges, lawyers, staff sanitary, employers, businessmen, teachers, railwaymen, the elderly, and visits to factories and charitable centers. In summary, to make the mission statement reach all audiences and even the most remote places in the city.

Where it did not reach was in cafés, bars and shows, which were forced to close before the usual time due to lack of patrons.

If we go by the number of people who attended the final act at place del Castillo - in which, as they say, there was no room for a pin, even in spite of the cold weather on that March afternoon -, the comments in the press, in the "bulletin Oficial del Obispado de Pamplona" and, logically, what was expressed by the Capuchin Fathers in their "bulletin", the goal of the 1954 General mission statement gave an optimal result and achieved its objectives by far.

The commentaries of the three newspapers in Pamplona - "El Pensamiento Navarro", "Diario de Navarra" and "Arriba España" - picked up the bad omens and the jokes before the missionary conference , to end up highlighting the unforgettable memory and the sympathy of the population towards the Capuchin Order.

Among those of us who were then children of 10-12 years old, with our criteria still unformed, from time to time the comment arises about the memory that remains of those days, a somewhat gloomy memory, because of the low and powerful voices of the missionaries reminding us of hell for our sins. And we had the feeling that we were sinning for anything.