Alejandro Navas, Professor of Sociology, University of Navarra, Spain
The lists for the European elections
En 2000 hubo elecciones generales en Corea del Sur. La campaña electoral tuvo un protagonista indiscutible: la Coalición de Ciudadanos para la Justicia Económica (Citizens' Coalition for Economic Justice). Su página de internet (www.ccej.or.kr) recogía los nombres de más de 160 candidatos no elegibles por corruptos o incompetentes. Los miembros de ccej dedicaron mucho tiempo a analizar miles de periódicos, noticiarios televisivos, actas judiciales y documentos varios y así reunir la información pertinente para fundamentar sus acusaciones.
El efecto de esa iniciativa resultó fulminante. La población coreana la apoyó con entusiasmo, lo que obligó a los grupos políticos a reaccionar. Los partidos, tanto del Gobierno como de la oposición, se distanciaron de los candidatos manchados. Incluso el primer partido de la oposición en ese momento, el GNP (Gran Partido Nacional) se escindió, pues algunos de los candidatos denunciados, al verse postergados por su propio grupo, decidieron fundar un partido nuevo. La Coalición no fue-afortunadamente- flor de un día, y ha seguido desempeñando su función depuradora hasta el presente.
Corea del Sur es un país pionero en la utilización de Internet. De hecho, nos sirve de observatorio ideal para analizar la influencia social de las nuevas tecnologías. La acción combinada del Ejecutivo y de grandes corporaciones en los años noventa encontró eco en la población, y hoy esa nación es una de las grandes potencias tecnológicas y la undécima economía mundial. Es también el paraíso del ¿periodismo ciudadano": la gente no se limita a consumir pasivamente los mensajes ofrecidos por los medios, sino que se convierte en proveedora de contenidos, tanto de textos como de imágenes. Esos modos de hacer crean escuela y se exportan. Por ejemplo, en diversos países se va institucionalizando una nueva profesión: la supervisión de los discursos políticos. Los candidatos que hacen campaña saben ya de antemano que todo lo que digan será sometido a un cuidadoso escrutinio, y eso les obliga a extremar el rigor.
He recordado estas experiencias al ver la agitación de nuestra escena política previa a las elecciones europeas -y, en algún caso, autonómicas- del próximo mes de mayo. Como es lógico, los partidos políticos tienen que elegir sus candidatos -los cabezas y sus acompañantes-. Las cábalas y las quinielas ocupan a analistas y tertulianos. Lo curioso es que sobre los programas se habla y se escribe mucho menos, como si fuera algo secundario: importa sobre todo el tirón personal de los elegibles. Cunde el nerviosismo entre los aspirantes a un puesto seguro en las listas, y las intrigas se multiplican. Los líderes de los partidos se ven bombardeados por llamadas con idéntico contenido: "¿Qué hay de lo mío?".
Desde estas páginas me atrevo a realizar un modesto llamamiento, a dos destinatarios. De una parte, a los ciudadanos: vigilad y examinad la cualificación ética de los candidatos. Ojalá surgieran entre nosotros grupos como la Coalición coreana. El enfado con la corrupción política debería admitir otras formas de expresión más allá de la acampada en la Puerta del Sol (Indignados del 15-M) o de las algaradas callejeras (Gamonal). Estudiar con seriedad y justicia los antecedentes de los candidatos para localizar y denunciar a los corruptos es una tarea callada, de hemeroteca y archivo, que requiere constancia. Pero su rendimiento puede ser mucho mayor que el de una simple exhibición de pancartas o el recurso a los insultos en las redes sociales.
De otra parte, a los partidos políticos: transparencia y honradez al elaborar las listas electorales. La democracia interna viene exigida por la Ley de partidos políticos, que los financia con dinero público. La limpieza de los candidatos escogidos constituye una muestra del respeto debido al electorado y a la democracia misma.
Hay inquietud en los medios políticos ante las elecciones de mayo. Cunde un clima de opinión antieuropeo. En Francia y Reino Unido encabezan los sondeos formaciones que rechazan expresamente la Unión Europea y el euro. Suiza acaba de aprobar en referéndum más trabas a la inmigración. Se comprende que en situaciones de crisis económica y social prospere la xenofobia y las naciones tiendan al proteccionismo. Además, las instituciones europeas y la burocracia de Bruselas pierden apoyo en la opinión pública, harta de tanta prebenda.
Los partidos han tendido a ver el Parlamento europeo como una especie de cementerio de elefantes, como la jubilación dorada para políticos gastados a los que interesa apartar para dejar paso a otros. Pero también como premio por ¿servicios" que no deberían trascender públicamente. Todos se benefician del arreglo. A cambio sufren las instituciones y el propio proyecto europeo, confiado a una clase política desprestigiada. Enviar representantes dignos al Parlamento europeo ayudaría a recuperar la confianza en ese proyecto común, que tanto nos ilusionó en el pasado.