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C.66a - intro

C.66a - Nervous driver case

José Antonio G.R., who was driving at 60 km/h, ran over a female pedestrian on an urban road, where the speed limit is 40 km/h. After hitting her, he got out of the vehicle and approached the victim, clearly showing signs of nervousness, deciding to flee immediately, without being sure whether he was in front of a dead body or an injured person. The victim had died immediately after being run over.

(STS 20 December 1991, case cited by Silva Sánchez/Baldó Lavilla/Corcoy Bidasolo, Cases, pp. 371-372).

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I. In the facts described, the driver ran over a person, approached the victim nervously and fled without checking on him, but he had already died.

II. In this case, it is relevant for the analysis of the charge to differentiate between two moments. The first one corresponds to the pedestrian being hit by J.A.'s car and the second one to his fleeing from the scene of the collision. As to J.A.'s possible criminal liability, the following can be said:

II.1. Podemos determinar que en ambos momentos existe conducta humana. Y ello porque J.A. conduce, detiene el coche, abre la puerta, se baja y después vuelve a subir y conduce. En todas estas actuaciones se demuestra la existencia de un grado, al menos mínimo, de libertad, como sucede en toda conducción de vehículos dado el grado de complejidad y duración que exige. Tenía otras opciones, como haberse quedado y llamado a la policía, por ejemplo. Además, fácilmente se constata que no concurre inconsciencia, movimiento reflejo, ni fuerza irresistible. Por tanto, existe el primer elemento para proceder a la imputación, la conducta. Se trata ahora de analizar si es típica.
II.2. En cuanto a la tipicidad objetiva en el momento del atropello, puede decirse que J.A. desencadena un factor causal que está ligado directamente con el resultado acaecido. Utilizando la fórmula heurística de la condicio sine qua non, podemos afirmar que, si suprimimos mentalmente la conducta de J.A., desaparece el resultado lesivo de la muerte del viandante. En cualquier caso, la relación de causalidad nos pone sobre la pista de la conducta que ex ante puede tener relevancia penal, pero necesitamos determinar si esa conducta tiene, además, relevancia penal típica. Podemos decir que J.A. crea con su conducta un riesgo típicamente relevante de lesiones e incluso de muerte, puesto que arrollar a una persona con un vehículo a cierta velocidad es una conducta peligrosa tanto para la integridad física, como para la vida de las personas. Se trata de una conducta de las descritas en los artículos 147 y 138. Además, podemos decir que ex post el riesgo se concreta en el resultado, lesiona y provoca la muerte (además de otros riesgos de escasa entidad, como daños, que no vamos a valorar por estar consumidos en los más graves), que no pueden deberse a otro factor que el de su propia conducta, pues nada se dice de intervenciones de terceros, ni de una conducta imprudente o dolosa de autopuesta en peligro de la propia víctima; además, se produjo la muerte instantánea, de modo que sólo al riesgo de lesionar y matar creado por el conductor cabe imputar el resultado producido.
Podríamos plantearnos también si J.A. ha creado un riego típico de un delito contra la seguridad vial. El código penal recoge (arts. 279-385ter) una serie de conductas típicas relacionadas con la conducción. Los hechos no dicen que la conducción fuera temeraria (aunque sí conducía a más velocidad de la permitida, esto no presupone lo primero). En cuanto al exceso de velocidad, para que sea delito tiene que exceder en 80 km/h (en vías interurbanas, como es el caso) y aquí excede en 20km/h, por lo que no se da uno de los elementos típicos. No hay pues delito contra la seguridad vial.
En el segundo momento, J.A., habiendo atropellado ya a la víctima, sin comprobar si está viva o no, se va del lugar de los hechos. Dicha huida reviste un carácter activo (sale de la escena conduciendo), pero también un aspecto típico omisivo, que es el que nos interesa. En efecto, el código penal prevé en el art. 195 un delito contra la solidaridad intersubjetiva, conocido como «omisión del deber de socorro». En él se sanciona la conducta de quien, sin peligro propio o ajeno, deja de socorrer a quien se encuentre desamparado y en peligro manifiesto y grave. En los hechos no dice nada de que J.A. no pudiera hacerlo. Así pues, parece que la conducta de J.A. reviste el carácter típico de tal omisión de socorro: se va de la escena, deja desamparada a la víctima (nada se dice de que alguien la estuviera ya socorriendo). El hecho de no socorrer supone ya la realización del tipo penal, porque esa actuación (omisiva) realiza ya el tipo objetivo del art. 195 que exige no socorrer cuando se puede (sería el equivalente omisivo de los delitos de mera actividad, aquí de mera inactividad, sin necesidad de que se siga un resultado objetivamente imputable). Además, el art. 195.3 recoge un supuesto agravado para aquellos casos en los que el omitente es quien ha causado (de forma fortuita o imprudente) el resultado. Esta circunstancia se da en nuestro caso, por lo que parece que no sólo se dan los elementos típicos del art. 195.1 (tipo básico), sino también los del 195.3 (tipo agravado), porque el que omite el auxilio ha sido el que ha atropellado y con ello creado la situación de peligro para la víctima a socorrer. Sin embargo, nos encontramos con un problema: la víctima ya había fallecido cuando J.A. se da a la fuga, de modo que no cabía socorro alguno, pues no cabe socorrer a un cadáver. Si el delito fuera una mera infracción de desobediencia que sanciona la prestación de socorro aun sin sentido, podría castigarse. Pero el delito de omisión del deber de socorro, aun siendo de omisión, protege la solidaridad intersubjetiva, es decir, viene a asegurar las prestaciones de socorro y auxilio entre ciudadanos. No exige salvar efectivamente a los accidentados (pues eso no siempre está al alcance del que socorre), pero sí prestar auxilio, en la medida de las posibilidades. Con todo, no es posible socorrer a quien ya no está necesitado de auxilio porque había fallecido: uno de los requisitos del tipo es que la víctima se halle desamparada y en peligro manifiesto y grave, y aquí la víctima está muerta cuando J.A. se baja del coche y luego se marcha. Por tanto, no se ven colmados los elementos de la conducta omisiva (art. 195.3), aun siendo esta de mera (in-)actividad, por lo que podríamos defender que queda en tentativa. Y, más en detalle, se trataría de una tentativa inidónea, por cuanto el riesgo sería percibido en un contexto intersubjetivo como tal: la generalidad de personas que presenciaran el accidente juzgarían la conducta como huida sin socorrer, pues es difícil saber que ya estaba muerta, pero no que estaba accidentada. Ahora bien, que él crea que sí ha omitido al darse a la fuga es algo que también exige un análisis, que hacemos a continuación.
Por tanto, puede decirse que la conducta de J.A. reviste objetivamente carácter típico a los efectos de homicidio y lesiones (primer momento), así como de omisión de socorro cualificada pero en tentativa inidónea (segundo momento).

II.3. As regards subjective imputation, the question is whether the conduct can be imputed to J.A. because it was carried out with malice aforethought. In order to analyse this question, the first question to be asked is whether J.A. knew that he was creating the risk of injury and the risk of homicide. In order to determine what J.A. knew, we will resort to the rules of experience that any person normally acquires if status, age, status: he is an adult driver, who represents himself to be driving and the risks inherent to it, because it cannot be otherwise. In this case, we wonder whether J.A. knew that he was creating a typically relevant risk of injury and death by his conduct. It seems arguable that this is beyond the scope of his knowledgeon driving. The fact that he was driving relatively fast is not an indication of intent with respect to the hit-and-run, as one does not necessarily lead to the other. He did not represent it to himself, but was in error about the risk he was creating by his driving, he did not believe he was creating a risk to the life or limb of a subject. However, he should have known this, as driving entails risks that the driver must make an effort to be aware of. Since there is a discrepancy between what he represents to be happening and what actually happens, the conduct can be subjectively imputed as reckless. Thus, one could speak of reckless creation of a risk of injury and death.
With regard to knowledgeon the omission of the duty to help, at the second moment, it is relevant that J.A. knew that he did not help the victim and, therefore, that he could be carrying out the subjectof omission of the duty to help (qualified, in his case, by the prior occurrence of the hit-and-run). The criminal subjectrequires the omission of assistance to a victim who is in statusof distress and manifest and serious danger, and here it happens that this is represented by the omitting party J.A., but without it actually happening (in other words: he imagines that he is fleeing without providing assistance, when in reality it was already impossible to provide assistance). In other words, the victim is dead, although J.A. does not know it. How to evaluate this status? There is a divergence goal-subjective between what the subject represents and what actually happens. In this case, is J.A.'s conduct dangerous for the legal good? Ex post we already know that it is not, because the subject was dead, but this is something that occurs in all attempts, which, by definition, do not produce result. evaluationFor this reason, the dangerousness of the conduct must be assessed ex ante, but precisely with the knowledge that a spectator has ex ante goalat the scene of the action (here, omission). In this case, a bystander goal, with the same knowledge as the perpetrator, would have no reason to know, without a detailed examination of the victim, that the victim was already dead. Therefore, in an intersubjective social context, it could be considered that the conduct ex ante is assessed as an infringement of the duty to help and does not affect the legal right of intersubjective solidarity, i.e. it fulfils the subjectof omission of the duty to help (art. 195.3), due to inadequacy or non-existence of the object. Even so, the attempt is perceived as dangerous, both for the perpetrator and for the bystander goal. Even if it is not so from the "real" point of view, it has created a certain commotion in the social context, therefore, it is perceived as a conduct with criminal relevance, and must be punished.
II.4 . There is nothing in the facts that could lead us to think that there is any cause for justification. dataNor is there any evidence to doubt guilt, because although J.A. was clearly nervous, this is normal in view of what happened, but there is not enough evidence to affirm that this nervousness had affected his motivational capacity or understanding of the rule. Therefore, J.A.'s conduct is typically unlawful and culpable.

II.5 . With regard to punishability, it should be noted that the penalty for the inidonous attempt is explained by the need for punishment, which is nevertheless lower than in the case of completed offences (it is an attempt) and can be lower - albeit always - than in other attempts (it is inidonous): the legislator has provided in Art. 62 the possibility of distinguishing the applicable penalty according to the dangerousness of the attempt, which can lead to a penalty lower by one or two Degrees. In the case of an ineffective attempt, the judge will have to assess the punishability of the conduct taking into account that in the inter-subjective context the conduct has been seen as dangerous. Apart from this (and this is why it will be in real competition), as far as the timing is concerned, firstly, let us remember that his conduct was typical for the purposes of injury and reckless homicide. And now we can affirm that reckless homicide already includes also reckless injury, as it is a progressive realisation of the same offence (subsidiarity rule in the case of concurrence of norms, which means that the subjectof injury only comes into play in the absence of homicide, which is a priority).

III. In conclusion, J.A. is the author of a crime of reckless homicide (art. 142) in real concurrence with a crime of qualified omission of the duty to assist (art. 195.3) in Degreeof attempt (inidoneous).