Antonio Aretxabala Díez, Geologist, University of Navarra, Spain
Earthquake records
Desde 1973 se viene midiendo, de manera reticular, la actividad sísmica de España a escala global bajo criterios más o menos estandarizados. En los últimos años, sobre todo desde 2004, cada año, e incluso cada mes, alguna noticia sobre terremotos siembra el desasosiego. Europa ha sido el escenario de varios episodios. En España, el fenómeno ha tenido su reflejo con los seísmos de El Hierro y Lorca, donde se ha podido apreciar que el hombre vive en un planeta dinámico.
El año comenzó con fuertes temblores en el mundo. Los terremotos del 11 de abril de 2012 en Indonesia marcaron un nuevo récord: la sacudida de magnitud 8,7 ocurrió a lo largo de una falla horizontal. Nunca se habían registrado semejante violencia en zonas donde los bloques se desplazan horizontalmente. Por esta razón no se produjo un tsunami como el de 2004, a pesar de las alertas en varios países de Asia y África y el pánico que se desató. Para que se produzca un tsunami es necesario un disparo vertical de la corteza. Cuatro fallas nuevas quedaron activas, una más con la réplica posterior de 8,2. Muchos son ya los expertos que sostienen que el terremoto de 2004 y el tsunami que se narra en la película 'Lo imposible' fueron los que desencadenaron lo que hoy estamos viviendo. La actividad sísmica ha sido notable en Japón, Guatemala, Canadá, México, Nueva Zelanda, Italia. A la vista de estos hechos, 2012 ha roto las estadísticas del año precedente.
Europa tampoco se ha librado. Un repaso a la más reciente historia sísmica del viejo continente muestra muchas cosas de lo que europeos, y especialmente españoles, han sido capaces de hacer para mitigar estos fenómenos naturales aquí y allende los mares. Lorca recuerda todos los días lo que significa sufrir amnesia símica, l'Aquila o Emilia están igual o peor. El 21 de julio de 1775, casi veinte años después del mayor terremoto y tsunami que sacudieron Europa, y que especialmente se ensañó con Portugal y España, con cerca de 100.000 víctimas, se emitió la real cédula que autorizaba el traslado de la capital de Guatemala hacia el valle Ermita debido a los destrozos ocasionados por los seísmos de 1773.
El 7 de noviembre, la capital guatemalteca salió muy airosa del vapuleo al que fue sometida por un terremoto de 7,3 grados. De algo sirvió la experiencia española y las mejoras introducidas después de las desgracias de 1917 y 1976. Pero cuando la ciudad de Guatemala se proyectó desde la vieja Europa, poco a poco la mayor parte de la población ya caía en el recurrente olvido europeo de lo que representan los seísmos. La llegada de aquella iniciativa a Guatemala en diciembre de 1775 fue toda una celebración. Era el primer proyecto para la nueva ciudad y el 2 de enero de 1776 estaba en marcha. Esa vez los urbanistas españoles tuvieron la habilidad de encontrar rápidamente un patrón urbano efectivo y sencillo. Pocas fueron las variantes de aquella innovadora propuesta que luego se aplicaron a todas las regiones que se fueron conquistando. El aspecto más interesante fue el gran espacio abierto y público de la Plaza Mayor, centro de poder y actividad cívico-religiosa. Un calco de las modernas ciudades europeas de la segunda modernidad urbana. El autor del primer proyecto que traza la ciudad fue Luis Díez Navarro. Como en la anterior capital (Santiago), los principales edificios civiles y eclesiásticos se ubicaron alrededor de la Plaza Mayor. Carlos III aprobó el informe de su arquitecto Sabatini, y como consecuencia de ello, creyendo que había escasez de constructores capaces de realizarlo en Guatemala, se envió a Marcos Ibáñez, quien reestructuró el proyecto original.
Sin murallas
En lo que atañe a aquellos centros urbanos que todavía eran españoles, se trasplantó el patrón de agrupamiento característico de aquella Europa; salvo casos muy aislados, ya no había murallas. Se diseñó de acuerdo a un trazado urbano 'moderno', reticular, de manzanas cuadradas. Es admirable cómo semejante experiencia de ultramar hubo de ser importada en 1829 a Europa. El modelo, con pocos cambios, llegó a ser implantado en España cuando el terremoto de Torrevieja (Alicante) destruyó varias villas y asentamientos que fueron posteriormente sometidos a similares planes urbanísticos antisísmicos.
Esa experiencia ya vivía en la genética cultural española y por lo tanto europea. A la sazón pudo materializarse tras ser pensada, proyectada, y puesta en escena en Guatemala con un éxito que aún hoy sorprende gratamente a los mismos españoles. Desde ese modelo ahora es más fácil sobreponerse. Y es que 2012 ha traído por toda la Tierra más sismicidad que nunca: Guatemala ha sido una de las grandes ciudades fuertemente golpeadas y hace unas semanas ha vuelto en unas semanas a su nivel de actividad previo al golpe de la Tierra. Lorca, l'Aquila o Módena no podrían afirmar lo mismo.
Pero entonces en Europa, ¿qué se hizo mal? A aquellos europeos la tregua sísmica y el olvido se les dilató casi tres décadas, pero enseguida, ocho años después de comenzar el nuevo proyecto de la ciudad de Guatemala, en 1783, Calabria les volvió a recordar por dónde pisaban. Se comenta que el mismísimo Goethe observó las luces del cielo y previó el terremoto de Messina. Poco a poco Europa se sumiría nuevamente en su particular amnesia sísmica, y ya volverían a ser pocos los brotes que despertaran a semejante realidad la memoria europea: 1802 en Vrancea (Rumanía); Almería en 1804; en Alicante, Torrevieja en 1829; el gran terremoto napolitano de 1857: en 1881 en Chios (Grecia); en 1884 en Colchester (Inglaterra) y ese mismo año en Arenas de Rey. Desde entonces, hace ya casi 130 años, tan solo las desgracias recuerdan a los europeos la realidad sísmica de su tierra. La práctica totalidad de las ciudades españolas han sido diseñadas con leyes urbanísticas inspiradas en el siglo de la tregua sísmica, el XX, sin criterios de diseño anti-sísmico como se hizo en Guatemala o Torrevieja. Pero este 2012 con actividad sísmica récord y al alza pone de manifiesto la realidad de la historia de España. Incluso en este nuevo contexto del siglo XXI, la cultura de la sismicidad no se ha actualizado como otras materias. Simplemente se ha vuelto a olvidar.