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Back to La crisis sísmica jiennense y el abandono institucional

Antonio Aretxabala Díez, Geologist, University of Navarra, Spain

The seismic crisis in Jaén and the institutional withdrawal

Wed, 09 Jan 2013 12:50:24 +0000 Published in ABC

Algo debemos estar haciendo mal en España para que una crisis sísmica con más de un millar de temblores en tres meses (Torreperogil-Sabiote) no suponga una rápida reacción por parte de las instituciones del estado, pero no lo están haciendo mejor algunas universidades o instituciones científicas cuya infernal pasividad resulta sonrojante; incluso algunos medios de comunicación deberían replantearse su papel pedagógico y su ética al resaltar lo grotesco, lo "friki", lo soez que se cuece en ese canal que nos tiene acostumbrados a reírse de la desgracia ajena: el catastrófico diagnóstico ha tenido mucha más repercusión mediática que las pocas visitas y estudios de contados expertos. Se están perdiendo dos oportunidades de oro para ampliar la ciencia y aprender a gestionar crisis inesperadas.

Actuaciones lamentables y carencias culturales alimentan teorías conspirativas, cruces de oscuros intereses; por ejemplo, en unas horas y con algo más de 300 firmas, se ha denunciado en el juzgado de Jaén a una empresa de investigación energética, toda máquina de prospección, gaseoducto o perforación de agua es sospechosa de causar terremotos: el fracking es "el coco", aunque nunca se haya ejecutado, en los bares, en las esquinas de Sabiote y Torreperogil no se habla de otra cosa. Así se ha evitado y eclipsado el que la atención se posara sobre lo verdaderamente importante: el alcance de los temblores. La incultura campa a sus anchas ante la mirada pasiva de los científicos locales, incapaces de seducir, comunicar, echar una mano, compartir o convencer. Puede ser el síndrome de l'Aquila, pero actuando así se es cruel, una crueldad por pasividad que no justifica ningún éxito profesional.
 
Es verdad, a los investigadores y científicos hay que echarles en cara su falta de sensibilidad social. Mantener un prestigio profesional en unas universidades que ya no miran a la comunidad que las sustenta es cavar su propia tumba. Cierto es que dentro de éstas, se impone el criterio de publicar en revistas indexadas de alto impacto, cueste lo que cueste, es lo que se valora y permite "trepar". Tristemente el prestigio profesional ya no se mide por la capacidad de resolver una crisis social en una comunidad que tiembla más de 40 veces al día, sino por el número de artículos que descansan en las estanterías de sus despachos; artículos cuya repercusión en la salud pública, en los planes urbanísticos, en la pedagogía social, en el turismo cultural, o en el futuro despliegue de sectores económicos tan necesarios, es anecdótico, por no decir nulo.
 
Ésa es la fotografía de cómo una inesperada crisis sísmica es gestionada desde nuestras instituciones científicas y universidades; ¿qué sentido tienen si no son capaces de dar respuesta eficiente en un momento de crisis? ¿qué opinan unos científicos de modos decimonónicos de la velocidad que imprimen a todo sector económico y social las nuevas tecnologías, las redes sociales, las aplastantes directrices económicas y sus recortes?; entonces ¿para qué sirven esas obsoletas instituciones que nos resultan inútiles y esotéricas? La gestión de la información, y esta crisis sísmica  de Torreperogil-Sabiote ha sido una experiencia que especialmente lo rubrica, ya no va de las universidades a la comunidad, más bien al revés.

La primera institución del mundo que se calificó de universidad fue española: Salamanca, la primera en el orbe, entonces el saber era compartido, se creó para dar respuestas. La unidireccionalidad en el saber que alcanzó la universidad en la reciente época contemporánea está cambiando de manera radical. El que no lo vea puede darse una vuelta por algunas redes sociales. Pero mejor aún hablar con las asociaciones de regantes, empresas de sondeos, ingenieros y técnicos de la zona, viejos del lugar, ¿dónde está ese científico que recoge la información de campo escuchando la sabiduría que le precedía? Por otro lado, ese papel del científico o el técnico comprometido hoy es más necesario que nunca, la comunidad lo demanda insistentemente; sembrar y cultivar ese espíritu emergente es noble labor.

Dos poblaciones están abandonadas institucionalmente y llevan más de tres meses de terremotos incesantes, una vergüenza institucional que un país supuestamente desarrollado ya lleva sobre sus espaldas. Las redes sociales están jugando un papel informativo y pedagógico que deberá ser analizado en el más cercano futuro. Estaremos al tanto de la primera publicación indexada en revistas de alto impacto, es probable que en alguna plaza de Sabiote o de la Torre, a sus autores les pongan un monumento dedicado con una llama en la base y una placa conmemorativa que rece: "al científico invisible".