Javier Andreu Pintado, Director of the Diploma of Archaeology of the University of Navarra.
Santa Criz de Eslava, the whisper of the stones
In 1917, a priest from Sada, Juan Castrillo, wrote to the Monuments Commission of Navarre, an institution core topic in the safeguarding of Spanish historical heritage in the first decades of the 20th century, warning of finding, next to the Artamaleta ravine, a tributary of the Indusi River, of a Roman milestone, a milestone, dating from the 3rd century A.D. in the time of Emperor Maximinus. From that moment on, the finding of Roman inscriptions would mark the history of Santa Criz de Eslava, the Roman city that, in the valley of the aforementioned Indusi, was the backbone of the settlement of the Val de Aibar during Antiquity, extending its area of influence from the foothills of the Sierra de Ujué to the course of the rivers Onsella and Aragón. After Castrillo, Father Fidel Fita, in this case linked to the Royal Academy of History, would still give news of another milestone, this time of the Emperor Probo and, shortly after, the Jesuit of the castle of Javier, Francisco Escalada, would reserve a place of privilege for Santa Criz - and for the inscriptions that he himself collected, for example, in La Venta de Eslava - in his famous Archaeology of the town and castle of Javier and its surroundings, "foundational" work of Navarrese Archaeology. The Roman inscriptions were, therefore, from the beginning of the scientific concern for Santa Criz, one of the hallmarks of a site that, since 2017, and under a partnership agreement signed between the University of Navarra and the City Council of Eslava, has known an unusual boost in subject of cultural and tourist revitalization and, in part, also, research, contributing to highlight the value of the hard work work of excavation that, since the early nineties of the last century and until 2014, carried out the archaeologists Txaro Mateo, Rosa Armendáriz and Pilar Sáez who had in the finding of some new inscriptions, both funerary and honorary, one of the prizes for their committed work of excavation.
With what is surely the most monumental forum in Navarre's territory today -in the form of a cryptoportico on the southern side of the forum- and with the remains of what is the only Roman necropolis in Navarre that can be seen in situ, perhaps the catalog of inscriptions -some on display in the Museum of Navarre, others kept in the Archaeology Section of the Historical Heritage Service, and some very interesting ones, guarded with care and affection by those who, as residents of Eslava, have been finding them since at least the middle of the last century- has provided the town and its surroundings with the remains of the only Roman necropolis in Navarre that can be seen in situ, some of them very interesting, guarded with zeal and affection by those who, as residents of Eslava, have been finding them since at least the middle of the last century- that have been provided by the town and its surroundings -with pieces assigned to the current municipalities of Eslava, Gallipienzo or Aibar- may seem like an uninteresting addition that pales before the monumentality of the urban Structures discovered in the enclave of Santa Criz and through which last year alone more than 2,500 visitors passed through.500 visitors last year alone. Nothing could be further from the truth. A catalog of Roman inscriptions such as the one provided by Santa Criz de Eslava highlights how a Roman city in the interior, at the foot of a road core topic in the structuring of the Navarrese territory in Antiquity, the one that ran between Iacca (Jaca, Huesca) and Vareia (Varea, La Rioja), opened to the employment of one of the essential means of communication in the Roman culture and, perhaps, to the best sample of the cultural globalization that, in urban and military means, generated the almighty power of the Tiber. The written text served in Roman times to mark funerary monuments, to pay homage to local notables and distant emperors, to honor and dedicate vows to the gods, but also to serve the work of artisans and builders, or to - in what has been rightly called - the "Roman text", rightly called "street literature" - to enliven with writings or with furtive but curious drawings the monotonous bichrome tones with which the walls of many houses and taverns of Roman times were decorated. And, of all this, there is evidence, very generous, in Santa Criz.
Las inscripciones vinculables a la ciuitas de Santa Criz y al que fuera su territorium de influencia –controlado desde el promontorio del que toma nombre, aun hoy, el yacimiento, habida cuenta del desconocimiento del que fue el nombre latino de la ciudad– aportan interesantísimas informaciones de carácter histórico y social que, además, son sólo aprehensibles a partir de este tipo de documentos pues coinciden con datos que no suelen facilitar ni los textos de los historiadores antiguos ni, tampoco, los vestigios materiales, extraordinariamente elocuentes en el lugar. Gracias a ese repertorio de inscripciones –y también a monumentos que sabemos que soportaron textos escritos que, sin embargo, no han llegado a nosotros, como fragmentos de altares o de pedestales estatuarios– sabemos, por ejemplo, que el foro de la ciudad romana de Santa Criz estuvo generosamente salpicado de estatuas ecuestres y de altares de culto monumentales que, seguramente, ornamentarían la zona de plaza del foro, colocada al norte de las estructuras hoy visitables del criptopórtico. Entre esas estatuas honoríficas hubo también algunas pedestres como la dedicada a Lucio Aurelio Vrsino del que poco más sabemos dada la parquedad de la inscripción que nos lo atestigua pero que debió ser uno de los notables locales de la ciudad como lo era cualquiera que podía reservarse espacio para darse notoriedad en un espacio público como era la plaza mayor de las ciudades romanas. En ese foro, además, las cuadrillas de artesanos y albañiles que trabajaron en su construcción emplearon marcas numerales para seriar el modo de colocación de los bloques cuadrangulares de las crujías de acceso a la plaza en unas inscripciones de tipo utilitario y funcional que, aunque alejadas de los objetivos de visibilidad de las inscripciones públicas, hacen hoy las delicias de los investigadores al tiempo que les suponen un apasionante reto interpretativo. A esa citada elite socio-política, que lo fue también económica controlando los recursos, sobre todo agropecuarios y forestales aunque acaso también mineros, que ofrecían los alrededores, pertenecerían también las familias de los Calpurnios –propietarios de uno de los monumentos sepulcrales en forma de altar que pueden verse en la necrópolis de la ciudad– o las de los Valerios y Cornelios que, según varias inscripciones procedentes de Gallipienzo y de La Venta de Eslava, en las que se cita, también, a los libertos que tenían a su servicio, debieron ser dos de las familias que, emparentadas entre sí, controlaron algunas de las uillae rurales en que se compartimentaba el territorio rural que hacía las veces de pulmón económico de la ciudad y que, de hecho, acabó sobreviviendo a las exigencias propias del descentralizado sistema municipal, sensibles en Santa Criz a partir del siglo III d. C. De una de esas fincas, la ubicada en Rozaindía, casi en el límite entre los actuales términos municipales de Gallipienzo y de Eslava, procede la hermosa inscripción de Rusticola, en la que su apenado compañero, Oborius, a través de una fórmula condicional latina (“si Rusticola se ha salvado, Oborius es feliz”) evidencia su fe en la resurrección de la carne y, por tanto, en el credo cristiano, ya extendido en estos pagos hacia el siglo IV d. C. en que debe fecharse una inscripción cuya iconografía decorativa constituye, además, una extraordinaria síntesis entre motivos paganos y cristianos en una suerte de sincretismo que parece evidenciar el deseo de Oborius de que no fuese del todo evidente el nuevo culto que había dado nuevo sentido a su vida. Son también las inscripciones sobre soporte pétreo las que nos han subrayado de qué modo en Santa Criz de Eslava emergieron, a través del hábito romano de grabar inscripciones, creencias y lenguas percibidas en época romana como tradicionales. Así, si en las vecinas inscripciones de Ujué o de Lerga –ambas visibles en el Museo de Navarra– sí parecen evidenciarse teónimos y antropónimos explicables desde el paleovasco, en todo el catálogo epigráfico de Santa Criz de Eslava cuando encontramos nombres no latinos es la raíz céltica, indoeuropea, la que mejor los explica. Nombres como Peremusta –un dios local del que tenemos ya dos atestiguaciones en Eslava y que la mayor parte de la crítica histórica y filológica explica desde el celta– o como Araca o Apruncula ponen de manifiesto de qué modo en tierras de Vascones –pues, sin duda, lo fueron las de la Navarra Media Oriental, nótese, por ejemplo, el topónimo Iluberis de la vecina Lumbier– la mezcla cultural y lingüística fue total sin que el vasco constituyese ni la lengua oficial, ni la más abundante ni, tampoco, la de la elite como afamados lingüistas e historiadores han venido demostrando, sin rubor, en los últimos años. En este rápido repaso a las aportaciones que las piedras escritas hacen a nuestro conocimiento de la sociedad de una ciudad que tuvo su esplendor entre el siglo I y el III d. C. dos últimos documentos merecen, sin duda, nuestra atención. Se trata, por un lado, de una hermosa placa, fechable a finales del siglo I d. C. y visible en el Museo de Navarra en la que Antonia Crysaeis –con un sugerente sobrenombre griego que contrasta con los usuales sobrenombres latinos alusivos a nombres de animal, como Vrsus o Vrsinus, reiterados en el catálogo– dedica un homenaje a su compañero Athenio portador de nombre griego y que ostentó el cargo de dispensator publicus, prestamista de una caja municipal que evidencia que, para esa época, la ciuitas de Santa Criz había alcanzado ya el rango estatutario de municipio de Derecho Latino funcionando con una administración local depurada y eficaz y poco diferente a la que atesoran hoy nuestros municipios del ámbito rural. Por otro lado, en la que, seguramente, es la inscripción romana mejor conservada de toda Navarra –y que puede verse en el Museo de Castejón– una joven de veinticinco años, Picula, difunta, es recordada por su hermana Apruncula siguiendo un modelo de monumento, un altar decorado con modillones en sus laterales, que exhibe unas claras influencias aquitanas. Ni que decir tiene que si de todo esto nos hablan las inscripciones sobre piedras el generosísimo catálogo de grafitos parietarios –uno de los más generosos de la Hispania romana sólo comparable a los que nos han ofrecido ciudades como Astigi (Écija, Sevilla) o Augusta Emerita (Mérida, Badajoz)– aporta algunas evidencias textuales e iconográficas muy extraordinarias. Entre ellas, mención especial merece la que podría ser la primera representación musical que tenemos atestiguada en Navarra una tierra tan vinculada, también, a dicho arte. En esas representaciones varios tocadores de tuba, tubicines, parecen hacer el cortejo a un espectáculo gladiatorio o de uenatio a los que tan aficionados eran los habitantes del Imperio, también los que, hace 2000 años, dieron vida a las calles, hoy en parte en ruinas, en parte aún por descubrir, de Santa Criz de Eslava.
Navarre has been, since the beginning of the 20th century, a land of great epigraphers. The works of Joaquín Mª de Navascués, Luis Vázquez de Parga or Blas Taracena -authors of the first catalog of Roman inscriptions of Navarre, published in the journal Príncipe de Viana in 1946- or, more recently, of Mª Dolores Mauleón, Joaquín Gómez-Pantoja or Carmen Castillo -who in the 1980s published the Roman Inscriptions of the Museum of Navarre-, Joaquín Gómez-Pantoja or Carmen Castillo -who in the eighties published the Inscripciones Romanas del Museo de Navarra-, and those of Jesús Mª Bañales or Javier Velaza have contributed to underline outside the foral muga the historical value that this subject of documents have for the understanding of the Romanization and of the pre-Latin cultural and linguistic habits of Navarre. In this sequence of such intense and solvent concern of the historiography of Navarre for the Latin inscriptions, a monographic volume had not yet been published that gathered, exclusively, those of a single city. Volume 43 of the prestigious series "Epigrafia e Antichità", sponsored by the sadly deceased Angela Donati, of the Università di Bologna, has just published a work entitled Epigrafía romana de Santa Criz de Eslava (Eslava, Navarra) signed by myself, Pablo Ozcáriz, of the Universidad Rey Juan Carlos, and Txaro Mateo, of Olcairum programs of study Arqueológicos. The volume compiles a total of 127 documents, 21 engravings in stone and 106 graffiti on mural painting that turn it into the first monographic corpus of Roman inscriptions linked to a city of Navarre. Moreover, the volume is already a milestone in the documentation of Roman inscriptions and their reading. Digital photogrammetry techniques with chromatic contrasts have been used for the reading of some of the texts in the catalog and most of the epigraphic stone supports have also been digitized and are visible in 3D at project, the Virtual Museum of Santa Cruz de Eslava, also supported by the UNED of Tudela and the UNED of Pamplona in its partnership agreement with the Fundación Caja Navarra and the Obra Social La Caixa and which, accessible at network, constitutes an interactive space in which to delve into the historical documentation of our most remote Antiquity. This masterful work by Pablo Serrano from Bilbao and Iker Ibero from Aibar will be, in time, cited as one of the milestones in the study, reading and dating techniques of Roman inscriptions, which is the main focus of epigraphers. The prestige of the series publishing house that hosts the publication guarantees an extraordinary diffusion of the same that will find a place in hundreds of university and specialized libraries around the world. The research in Antiquity in Navarre is, therefore, to be congratulated, but, above all, Eslava and the region of Sangüesa now have one more bibliographic jewel to add to those that, over the years, have been revealing the secrets of an unfathomable historical past that the work of the research, if done in a social way, has been able to put or at the end of the street. The Roman Epigraphy of Santa Cruz de Eslava is, in addition, a first testimony of the future possibilities that this Roman site, perhaps the most monumental vestige of Romanization in Navarre, still treasures. When in barely a month's time, with the generous support of the Government of Navarre through its rural development program and the exemplary commitment of the Historical Heritage Service, the sample "Santa Criz de Eslava, reflexes of Rome in Basque territory" will be inaugurated in Eslava, Eslava will continue to amaze those who come to discover the intensity of the Roman imprint in the heart of the lands of the Vascones.