“Espero que mis alumnos se hayan quedado con los principios de mi enseñanza: claridad y transmitir la verdad”
Andrew Breeze, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras, se jubiló el pasado 1 de septiembre, después de trabajar durante 37 años en la Universidad
Andrew Breeze es doctor en Filología Medieval por la Universidad de Cambridge (1992) e investigador de la Facultad de Filosofía y Letras desde 1987. Cuando le preguntan de dónde es oriundo, responde con el nombre de la ciudad a la que fue al colegio: Sandwich, situada en el condado de Kent. Dice que, de esta forma, la gente se acuerda mejor.
Después siguió sus estudios en las universidades de Cambridge y Oxford, en la Universidad Católica San Juan Pablo II de Lublin y en el Instituto de Estudios Avanzados de Dublín, donde se dedicó a la investigación de las lenguas celtas, hasta 1987, año en que llegó a Pamplona. Breeze se muestra como un hombre agradecido a la Universidad, donde ha desarrollado su vocación investigadora y ha aprendido mucho de sus alumnos, llegados de todo el mundo.
P. Eres doctor de Filología Medieval, tienes estudios especializados en celta, irlandés y galés, entre otras, ¿por qué decidiste venir a España?
Siempre digo que es gracias a Miss Thatcher y los recortes en educación de su gobierno. En los años 80, había acabado mi doctorado en la Universidad de Cambridge y me planteé qué hacer, si cambiar mi carrera profesional o salir de Gran Bretaña. Entonces, un amigo me informó que se necesitaba un profesor en la Universidad Católica de Polonia, donde san Juan Pablo II fue profesor de Ética entre los años 1954 y 1961. Aunque fueron años muy felices, Polonia todavía era un país comunista, por lo que quisimos irnos. Un amigo me habló de la Universidad de Navarra. Yo estaba recién casado y vine con mi mujer, Ruth Breeze. Nunca habíamos estado en España y no sabíamos nada de este país. 37 años después, aquí seguimos, muy felices, en Pamplona y en nuestra Universidad.
P. ¿Qué es lo que más te ha gustado de tu carrera investigadora?
La investigación tiene un hueco muy especial en mi corazón. Con la investigación, al descubrir y publicar, se consigue un impacto en el mundo. Por ejemplo, la leyenda del rey Arturo. En mi libro The Historical Arthur and The Gawain Poet: Studies on Arthurian and Other Traditions (2023), escribí dos capítulos con algunas evidencias y opiniones por las que creo que Arturo fue un personaje histórico real, como lo fueron Roland o El Cid Campeador. Espero que me recuerden como la persona que probó su existencia.
La Universidad me ha permitido escribir libros, asistir a congresos y firmar artículos. No he buscado reconocimiento o dinero: mi premio ha sido haber podido investigar en la Universidad. Creo que mi trabajo ha tenido un valor y esta historia tiene un happy ending.
Ahora, durante mi jubilación, tendré tiempo para seguir publicando más libros. Soy un hombre muy feliz.
P. ¿Echas de menos la docencia?
Mucho. Durante 37 años he aprendido muchísimas cosas de mis alumnos y eso ha sido gracias a la Universidad, que me ha permitido, no solo trabajar investigando y enseñando, sino empaparme de su internacionalidad. He tenido estudiantes de México, Brasil, Japón, Polonia, entre otros. Recuerdo que una vez se me acercó un estudiante chino y me habló de Confucio, me enseñó dónde estaba enterrado, en un cementerio en el que hay 50 generaciones anteriores a él. La historia en China se remonta a hace 10.000 años y esa anécdota me hizo caer en la cuenta de que la historia europea no es nada en comparación.
Por mi parte, espero que mis alumnos se hayan quedado con los principios de mi enseñanza: claridad y transmitir la verdad, y que hayan aprendido mucho. Yo he aprendido muchísimo como profesor.
P. Si no hubieras sido profesor, ¿a qué te habrías dedicado?
Antes de ir a Polonia estuve en un centro para bibliotecarios durante tres meses. A las tres semanas yo ya no quería estar ahí, no me gustaba. Cuando me fui, me sentí el hombre más afortunado porque pensé que había escapado de eso. Luego llegué a Polonia por recomendación de un amigo periodista, después a Dublín y de ahí a España. He dado muchas vueltas, pero de lo que estoy seguro es de que no sería bibliotecario.